El Real Madrid salió victorioso del primer Clásico de la temporada. Los 180 minutos nos han dejado sensaciones muy diversas, momentos de dominio tanto azulgrana, como blanco. La victoria madridista por el valor doble de los goles fuera de casa así muestra la igualdad del choque. Era el primer duelo Mourinho- Vilanova tras la marcha de Guardiola. El técnico azulgrana salió con el esquema habitual, 4-3-3, y con la intención de tener el balón para crear peligro. Mourinho, por su parte, optó por un planteamiento conservador en la ida dejando al Barça llevar el dominio y por uno más ofensivo en la vuelta, saliendo a morder la salida de balón azulgrana desde el inicio. La sensación final que nos deja la disputa de la Supercopa es la igualdad que continúa existiendo entre los dos equipos más grandes del continente, habiendo decidido la victoria pequeños detalles tales como el error de Valdés, la parada de Casillas en la jugada anterior, la expulsión de Adriano y la baja de Pepe en la ida.
El Real Madrid comenzaba la Supercopa sin tener una gran ambición por lograrla. Las palabras de su técnico en la rueda de prensa previa al partido de ida así lo demuestran. El entrenador portugués tenía claro que las competiciones importantes se deciden en marzo, abril y mayo, por lo que queda sin apenas importancia la consecución de la Supercopa. Seis días después el título se convirtió en una necesidad para el equipo y para la afición, molesta con el pobre inicio de temporada. El empate ante el Valencia en la primera jornada y la derrota frente al Getafe en la segunda le hacen estar a cinco puntos del Barcelona en tan solo dos jornadas, por lo que la Supercopa quedó como revalida para el conjunto madridista ante su afición. El partido del Bernabéu comenzó con un ritmo incesante sobrepasando claramente al Barça en el primer tiempo, pudiendo haber dejado sentenciado el título.
Para Tito Vilanova la Supercopa tampoco tenía un significado muy especial, si bien era su primer duelo cara a cara con Mourinho. Las sensaciones del Barcelona en este principio de temporada, al igual que en el Real Madrid no están siendo tan positivas como demostraron la pasada temporada, si bien es cierto que el nivel físico de los jugadores tiene un margen amplío de mejora. Por primera vez en muchos años Vilanova cuenta con un banquillo bastante amplío en el que puede dejar a jugadores como Fábregas, Villa y Puyol sin que el nivel del equipo se resienta en exceso.
En ambos partidos el técnico azulgrana salió con el habitual 4-3-3 en el que encontramos dos diferencias bastante perceptibles entre él y Guardiola. La primera es la importancia que tiene Xavi en la salida de balón. El protagonismo en la base de la jugada es para el centrocampista de Terrassa, por lo que Busquets se ve obligado a actuar en posiciones más adelantadas. La segunda diferencia llega en los extremos, jugando muy pegados a la banda para aumentar el espacio central por el que Iniesta y Messi deben desequilibrar el juego. Con esta intención comenzó el primer partido, dominando claramente la posesión del balón, pero con problemas para crear ocasiones de peligro. Como hemos mencionado anteriormente Messi retrasaba su posición hasta el centro del campo para acudir en el apoyo al primer pase de Xavi y asociarse con Iniesta para desbordar por dentro. Por fuera Pedro y Alexis se vieron poco apoyados por los laterales. Alexis solía acabar muchas jugadas en el área por medio de acciones individuales sin que encontrara la asociación con un Adriano más preocupado de equilibrar la defensa. Por la otra banda Pedro no aparecía con opciones claras de crear peligro y las subidas de Alves fueron escasas ante la constante amenaza de Ronaldo por su banda. En la segunda parte el Madrid se abrió y llegaron los mejores momentos del Barça en la final. A pesar de comenzar encajando el nuevo planteamiento del Madrid facilitó las asociaciones entre Iniesta, Xavi y Messi a la espalda de los mediocentros, a la vez que permitía los desmarques de los extremos a la espalda de los laterales. En un desmarque Pedro empató el partido. Messi y Xavi en dos jugadas a campo abierto pusieron un 3-1 que pudo convertirse en 4-1 de no ser por Casillas. En la siguiente jugada el error de Valdés propició un 3-2 que dejaba muy abierto el partido de vuelta. El partido en el Bernabéu comenzó muy cuesta arriba para el Barcelona desde antes de empezar. La baja de Alves en el calentamiento obligó a Jordi Alba a vestirse rápidamente para jugar, obligando a Adriano a actuar en la banda derecha, enfrentándose a Cristiano. La salida fulgurante del Madrid sorprendió a un Barcelona que en ningún momento del primer tiempo se sintió cómodo en la salida de balón. A todos estos problemas se sumó la falta de contundencia de los dos centrales, lo que provocó dos errores que pusieron al Madrid por delante en el marcador. La expulsión de Adriano culminaba una primera parte nefasta para el club azulgrana en la que el gol de Messi en el último minuto fue la única noticia positiva. En la segunda parte el Barcelona sí pudo hilvanar alguna jugada peligrosa acabando en mano a mano de los extremos o laterales con Casillas aprovechando las situaciones en las que el Madrid adelantaba la defensa. El estar con uno menos obligaba a asumir riesgos en defensa, unos riesgos que provocaron ocasiones que fueron salvadas por un Valdés sobresaliente en el partido de vuelta. La derrota duele, pero no tanto como se esperaba tras el gran inicio del Madrid en su campo.